
En una ciudad donde hay colonias en las que el agua llega en pipas, donde las familias almacenan en tambos lo poco que les toca, y donde las fugas y el desperdicio están a la orden del día. En esa misma ciudad se plantea la construcción de un Museo del Agua con un costo de 20 millones de dólares, equipado con animatrónica, pantallas inmersivas, efectos especiales, realidad aumentada y proyecciones holográficas. Mientras cientos de juarenses de, por ejemplo, Los Kilómetros, viven con miedo de que el siguiente corte de agua no tenga fecha de retorno, hay un proyecto aprobado, impulsado y presumido para convertir el Parque Central Oriente en el epicentro de una “experiencia museográfica” de alto impacto. Y no es que la educación ambiental no importe. Importa y urge, pero el agua debe estar primero en los hogares como una necesidad basiquísima y después, si es que sobra y lo dudo mucho, en un museo. Está bien soñar en grande, pero traen la realidad bien alterada. A ver qué pasa en lo siguiente dos años.