LADRON QUE ROBA A BANDIDO
- Por JuanD
“Ladrón que roba a bandido, merece ser ascendido”, decía El Alazán Tostado que fue un político que existió mucho antes de que Morena aplicará el pragmatismo, dejará un lado el slogan publicitario de no robar, no mentir y no traicionar y abriera la puerta a La Corraleja y su compadre incómodo Crucito, así como a todo tipo de camaleones, chapulines, huachicoleros del presupuesto y otro tipo de bichos que fueron premiados con candidaturas por encima de los fundadores de ese partido a quienes Lopitosh les hizo pasar miles de penurias para encumbrarse él y sus hijos a quienes por cierto, ahora se les cuestiona por sus riquezas. ¡No!No hablamos de Borruel, tampoco de Quezada, ni mucho menos de Miguel Latorre ni del Quasi y la comadreja de Namiquipa que despachan en la alcaldía de Juaritos llamada ya San Pedro de los Saguaros. Ni tan siquiera de Cynthia Ceballos o César Duarte que hizo honor a su nombre realizando fiestas romanas con Luis Miguel, Juan Gabriel o Maribel Guardia con los periodistas. ¡Qué tiempos aquellos.! diría el Quasi mientras persigue secretarías y reporteras para babearles los cachetes mientras sueña con una candidatura a diputado que no le dieron. Pero no, el Alazán Tostado se llamaba Gonzalo N. Santos y fue miembro fundador del Partido Nacional Revolucionario (en la actualidad el PRI), un 4 de marzo de 1929, hace ya 95 años. En la historia verdadera, El Alazán Tostado es reconocido como un símbolo de la corrupción en la política mexicana en la que dejó escuela para mal de México. Surgió de las filas del maderismo en tiempos de la Revolución Mexicana. Gritaba viva la Revolución como todos los que la usaron para legitimizarse en el poder. Igual como ahora se grita viva la Transformación para buscar continuidad a un proyecto que sin duda surgió del cambio que buscaba México y a cuyo barco brincaron todos los chapulines para no ahogarse y seguir viviendo del presupuesto. Pero el Alazán acuñó más frases que lo distinguieron por su cinismo y ego. “La moral es un árbol que da moras o sirve pa’ una chingada”, es una de las frases con las que al paso del tiempo es ligada más a la figura de Gonzalo N. Santos, quien llegó a General y a quien el escritor e intelectual mexicano Carlos Monsiváis lo consideró el cacique más desalmado que surgió tras la Revolución mexicana, en la que participó desde sus inicios y con la que siempre pretendía legitimar sus actos. Santos fue fundador del Partido Nacional Revolucionario con la credencial número 6 y su lema, que repetía continuamente cuando alguien le preguntaba su estado, era: “Como el Alazán Tostado, Primero Muerto que Cansado…” Dicen los que saben de historia, que en su momento llegó a estar resguardado hasta por 12 mil hombres armados a su mando; fue un señor de horca y cuchillo en su natal San Luis Potosí, donde fue gobernador y estableció su feudo tras la lucha armada y también su reinado de terror. Al Alazán Tostado, se le atribuyen cientos de muertes de personas por oponerse a sus designios y caprichos. También por encargo de su partido. A sus adversarios simplemente los mandaba “tronar” a través de su pistolero favorito El Mano Negra o el mismo utilizando su metralleta Thompson o su escuadra .45, dependiendo su estado de ánimo, refiere Carlos Monsiváis en su artículo titulado “La moral es un árbol que da moras”, frase con la que se recuerda al político priista. Cuando algún campesino se negaba a “venderle” sus tierras, decía: ¡Que su viuda lo decida! Cuentan que en 1929, tras el asesinato del general Álvaro Obregón, en el país se realizan elecciones extraordinarias para presidente de la República y el candidato del PNR, Pascual Ortiz Rubio, se impuso en forma fraudulenta y los seguidores de su único aspirante opositor, José Vasconcelos, el rector de la Universidad Nacional, se lanzaron a protestar por el fraude que se cometió. En la Ciudad de México, en un mitin en San Fernando, es asesinado el estudiante Germán del Campo y su crimen atribuido a los pistoleros del Alazán Tostado, quien habría dicho a sus cercanos: Un pinche muerto más o menos, no me va a quitar el sueño. Las anécdotas siguen y hay muchas. En los comicios de 1940, la historia de fraude y sangre se repite, pero a mayor escala. El candidato más popular era el general Juan Andrew Almazán, por lo que el resultado ni el mismo ganador, el general Manuel Ávila Camacho lo esperaba, incluso el mismo Gonzalo N. Santos que en ese momento era Senador, recordó que en la tarde el abanderado oficial lloraba su derrota antes de que le dieran la noticia de que era el próximo presidente de México electo. Y es que Andrew Almazán había aglutinado a amplios sectores inconformes contra la imposición del candidato oficial y todo indica que ganó. Pero antes, en la campaña electoral los almazanistas y avilacamachistas protagonizaron escaramuzas en las calles de la Ciudad de México y el más emblemático enfrentamiento fue en la casilla Juan Escutia 37 en la Ciudad de México, donde votaría el presidente Lázaro Cárdenas. En sus Memorias, el Alazán Tostado tuvo el descaro de contar que días antes de la elección, y con la experiencia de la campaña de Vasconcelos de 1929 en mente, propuso adelantarse y atacar a los almazanistas la víspera de la jornada electoral, pero el candidato de su partido se mostró confiado y le dijo que dejaran las cosas como estaban. Sin embargo ese día, Santos salió de su casa a las 5:30 de la mañana para encontrarse que la mayoría de las casillas de la ciudad estaban en manos de los almazanistas, y sólo entonces, con la aprobación del candidato Ávila Camacho, puso en pie una operación de rescate de la ciudad. Con el apoyo de 50 hombres “acordamos hacernos raid, arrebatando las ánforas, volteando las mesas electorales patas arriba y dispersando a los dirigentes de las casillas a como diera lugar”, recuerda él mismo en sus memorias, donde se muestra tan orgulloso de los actos como de su Thompson, con la que inició una ofensiva por todo lo alto contra los almazanistas en Las Lomas, en la colonia Condesa y en la Roma. Claro, los almazanistas no estaban mancos y también estaban armados y muy agresivos. En la casilla de Juan Escutia 37 lo recibieron a tiros. Y esa casilla es emblemática porque ahí votaría el presidente de México Lázaro Cárdenas y los opositores la tomaron argumentando que la casilla no estaba legalmente instalada conforme a la ley y levantaron un acta. El presidente al llegar escuchó a los inconformes y les prometió que gestionaría que el instalador se presente. Después se retiró y quien se presentó en lugar del funcionario de casilla fue Gonzalo N. Santos, quien al grito de ¡Viva Ávila Camacho! dispersó a los almazanistas a punta de metralletas y pistolas. En la casilla, el presidente Cárdenas había intentado votar dos veces, de acuerdo con testimonios del subsecretario de Gobernación Agustín Arroyo, pero no lo hizo por considerarlo indecoroso por estar la urna en manos de almazanistas y prefería esperar a que los avilacamachistas reaccionarán. Al Alazán Tostado no le dijeron dos veces y tras reunir un contingente de 300 hombres con sus pistoleros que portaban metralletas Thompson, se dirigió a la casilla y la recuperó a tiros dejando charcos de sangre en el lugar. El Alazán mandó llamar a ambulancias y a los bomberos. Los primeros recogieron dos cadáveres y a los heridos, mientras que los tragahumos limpiaron a manguerazos la sangre derramada. Al final, el presidente pudo votar y los comentarios que ese día dijo, se quedaron grabados en los presentes, entre ellos el Alazán Tostado que atribuye a Cárdenas haber dicho que la calle estaba muy limpia y él mismo le contesto: “donde vota el presidente de la República no debe haber basura”. Nacido como Gonzalo de los Santos Rivera en Tampamolón Corona, SLP, el 10 de enero de 1897, el Alazán Tostado murió el 17 de octubre de 1979. La versión popular señala que murió “de coraje” cuando el presidente José López Portillo le expropió, o afectó sin pago alguno, su rancho El Gargaleote que tenía la nada despreciable cantidad de 87 mil hectáreas. Todo por no apoyar su campaña electoral con el argumento de que ese Lopitosh era porfirista y no sabía nada de la Revolución. Entre sus descocadas frases llenas de cinismo destacan también la de “ladrón que roba a bandido, merece ser ascendido